martes, 8 de marzo de 2016

Son sentimientos confusos los que sentía en esa fría tarde de invierno. Eran sentimientos que iban desde el odio hasta la soledad.

Se sentía sola, porque no se veía arropada ni por ella ni por nadie. No confiaba ni en su propia sombra porque ya le había fallado un par de veces.

Era fría como la soledad, fría como la nieve, fría como un témpano de mármol.

El odio por lo mismo de siempre. Ella siempre era la mala del juego, la que rompía las reglas, la que destrozaba todo, la que decía la verdad aunque les doliese. Ella era única. 

Seamos sinceros, ella era una muñequita de cristal que cuando se sentía inundada por los sentimientos, se rompía en mil pedazos.